domingo, 9 de febrero de 2014

Los dos rayan queso; la
alacena está repleta y abierta de par en par.
Las papas se mueven en la sartén
como si el aceite,
alevoso, las agitara.
Chirría una puerta próxima al baldío
de la esquina donde los demás preparan las mesas:
tablones de madera sobre caballetes de acero.
Pero tus canciones podrían ser pegadizas, dice
Pache y al moverse
se traba el pie con el trapo enredado,
en la bolsa de arpillera
toda tirada en el piso.
Ella, chasquea los dedos

                                      y dice si, y también verdaderas.
El morbo de invertir mil dólares
                                             en un pool de soja.
Las milanesas y el puré en los platos:
limón pero en botella de Minerva       
El bingo y el centro de jubilados.
la profesora de lengua.
El manual Kapeluz del Polimodal.
Atención al cliente a tiemo parcial

Las primas pedicuras con hijos.

La llave del portón.
El monedero debajo de la cama.

Sucesivamente divaga Clida
hasta que el remisero
la interrumpe con un comentario

sobre el mal estado de las calles.

Pache después de acordarse de los matafuegos
para el local visualiza a su papá
                                             el de la jp,
que, arriba de la terraza, mientras cuelga
un par de medias en el tendedero,
enhiesto manifiesta:

un modo de trabajar,
implica un modo de vida, trabajar ocho
horas al día no es algo que se agote
a la hora de suspender la tarea. Esto
implica ver el mundo y entenderlo con
lenguajes específicos, percepciones del tiempo,
formas de amar, de cocinar.
La conciencia de los trabajadores
sobre si mismos
está íntimamente relacionado
con su rol en la producción.