Una
pancarta con lentejuelas y
miles de
luces diminutas ,
rojas,
azules, amarillas, blancas, verdes, violetas,
y un
escenario nada improvisado.
un hombre
efusivo, vestido de traje,
con
micrófono y en permanentes movimientos
lateralizados,
dando la bienvenida
a las
personas que se acercan:
las mujeres
tienen polleras,
los varones
adultos folletos,
las chicos sacos
y pantalones largos
aunque el
calor sea agobiante.
Se escuchan
gritos musicalizados por
guitarras y
teclados, notas alegres que
hacen mover
al ritmo la pierna
de Pache, transpirado,
con la
remera pegada al cuerpo
por culpa
del sudor que brota y brota
de cada poro
como si fuera agua de pozo,
el sudor
que brota y brota de los poros de Pache,
quien mira
de cerca pero mordiéndose, extrañado,
los labios,
parado debajo de la parada del colectivo
que vendrá
enseguida para alejarlo de lo
que fue un
día difícil:
falta de
afiches, plasticolas, olvido de temperas,
chocolatada
volcada, el inflable pinchado
y una discusión frenética con alguien
que Clida no
suele mencionar como puntera
si no como responsable del espacio.
Clida ahora
sobresaltada, se agarra
del cordón
donde apoya la cola
al escuchar
un grito gutural
que a viva voz dice:
Jesús es la Salvación, Jesús 2014,
y no mueve nada, ni un poco
las
comisuras de los labios
para que
aparezcan los positos,
cuando Pache dice:
con ese de
candidato, ganamos las elecciones.