martes, 2 de septiembre de 2014



Una pancarta con lentejuelas y
miles de luces diminutas ,
rojas, azules, amarillas, blancas, verdes, violetas,
y un escenario nada improvisado.
un hombre efusivo, vestido de traje,
con micrófono y en permanentes movimientos
lateralizados, dando la bienvenida
a las personas que se acercan:
las mujeres tienen polleras,
los varones adultos folletos,
las chicos sacos y pantalones largos
aunque el calor sea agobiante.
Se escuchan gritos musicalizados por
guitarras y teclados, notas alegres que
hacen mover al ritmo la pierna
de Pache, transpirado,
con la remera pegada al cuerpo
por culpa del sudor que brota y brota
de cada poro como si fuera agua de pozo,
el sudor que brota y brota de los poros de Pache,
quien mira de cerca pero mordiéndose, extrañado,
los labios, parado debajo de la parada del colectivo
que vendrá enseguida para alejarlo de lo
que fue un día difícil:
falta de afiches, plasticolas, olvido de temperas,
chocolatada volcada, el inflable pinchado
y una discusión frenética con alguien
que Clida no suele mencionar como puntera
si no como responsable del espacio.

Clida ahora sobresaltada, se agarra
del cordón donde apoya la cola
al escuchar un grito gutural
que a viva voz dice: Jesús es la Salvación, Jesús 2014,
y no mueve nada, ni un poco
las comisuras de los labios
para que aparezcan los positos,
cuando Pache dice:
con ese de candidato, ganamos las elecciones.

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