martes, 14 de enero de 2014

Clida cumple una responsabilidad:
Supervisar cajas.
Tiene las llaves y las claves de cada una.
Abre y cierra los locales que tiene a su cargo, 
en ojotas o chatitas negras, trabaja 
casi espontáneamente. Calma, los días de calor,
sólo atina a retar a la compañera 
que llega tarde u olvida
que su tarea no debe tardar ni ser tarada 
si no avispada y tranquila,
esecialmente en el precizo momento
de despachar
tantas monedas de vuelto 
que ahora, con la tarjeta magnética, 
tanto no hacen falta como el aire 
que si hace falta y mucho,
pero mucho, 
en la estación de trasbordo 
donde Clida cuenta la plata de las cajas
cada tres horas y anota en una libreta 
para no perder la cuenta 
cuando le cuente al jefe. 
En la agrupación la pusieron de tesorera 
para llevar la cuenta de la caja chica distrital.

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