Clida
cumple una responsabilidad:
Supervisar
cajas.
Tiene las
llaves y las claves de cada una.
Abre y
cierra los locales que tiene a su cargo,
en ojotas o chatitas
negras, trabaja
casi espontáneamente. Calma, los días de calor,
sólo
atina a retar a la compañera
que llega tarde u olvida
que su
tarea no debe tardar ni ser tarada
si no avispada y tranquila,
esecialmente en el
precizo momento
de despachar
de despachar
tantas monedas de vuelto
que ahora, con la
tarjeta magnética,
tanto no hacen falta como el aire
que si hace falta y mucho,
pero mucho,
en la estación de trasbordo
donde Clida cuenta la plata de las cajas
cada tres
horas y anota en una libreta
para no perder la cuenta
cuando le cuente al jefe.
En la agrupación la pusieron de tesorera
para llevar la cuenta de la caja chica
distrital.
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